martes, 11 de mayo de 2010

PRINCESAS

Dicen que las princesas son tan sensibles que notan la rotación de la tierra, que enferman si están lejos de su reino, que pueden morir de tristeza.

Caye tiene treinta años, pelo perfectamente arreglado y una colección inmensa de carencias afectivas. Cada domingo va a comer a casa de su madre, con su familia. Quiere arreglarse el pecho y se prostituye para vivir el presente,sin más, así que cada domingo actúa, cuenta lo que quiere contar, su vida parece tan ´normal´como la del resto, siendo consciente de que todos los de esa mesa se engañan, viven dentro de las convenciones sociales, huyendo de sí mismos, cada uno con su propia nave.
Zulema es oscura y dulce, vive con el amargo sabor del exilio forzoso y la desesperación, desterrada, con la foto de su niño plastificada en 3x4 como un pedacito de esperanza que da alas a sus días. Se hace fotos en los supermercados y les cuenta a los suyos, en emocionantes conversaciones telefónicas, lo bien que se vive en este país. Pero cada noche,semidesnuda, funambulista de la realidad, hace equilibrios por el alambre afilado de los arcenes, prostituyéndose para conseguir un futuro.
Caye es la nostalgia de lo que uno sueña, lo que no tuvo, lo que desea. Zulema es la nostalgia de lo que ha dejado atrás, el miedo a no volver a sentir el amor entre sus brazos.
Hombres, peluquería con pretensiones de salón de belleza, documentos que no llegan, mentiras, soledades, frío, mucho frío.

Su imprevista amistad es una habitación soleada, un paseo por castillos y sueños, un desván acogedor, tranquilo, lleno de afectos, esperanza, ternura,un rincón donde alguien nos escucha, nos quiere, comparte risas y llantos, nos deja ser quien somos, no nos juzga, nos hace volar.

Fernando León de Aranoa sabe que las princesas padecemos de vértigo porque a veces la realidad da miedo, mucho miedo. Una de ellas le contó que basta con que alguien te mire, te reconozca, sepa quién eres, para disfrutar del equilibrio mágico de los sueños.
Marta Sánchez Flores

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