miércoles, 4 de mayo de 2016

TRILOGÍA DE CORFÚ de Gerald Durrell.

“Mi familia y otros animales”, “Bichos y demás parientes” y “El jardín de los dioses” son los tres volúmenes que integran la llamada Trilogía de Corfú, obra en la que Gerald Durrell, escritor y naturalista, nos cuenta con su magnífica prosa las historias vividas durante la estancia con su familia en la isla griega de Corfú.
Gerald (Gerry) Durrell había nacido en la India en 1925 pues su padre –un ingeniero civil británico- estuvo destinado en este país hasta su muerte en 1928. Esta circunstancia fue la que propició el regreso de la familia Durrell a Gran Bretaña para instalarse poco tiempo después en la isla de Corfú. Los parajes naturales de esta isla del Mediterráneo, prácticamente intactos en aquella época, hicieron que Gerry desarrollara desde temprana edad una gran afición por los animales y la naturaleza en general. 
Obligado a instalarse nuevamente en Gran Bretaña en 1945 debido a la Segunda Guerra Mundial, el autor comenzó a trabajar en un parque zoológico, lo que le permitió viajar por diversos países para capturar animales. En 1958 funda el Parque Zoológico de Jersey y a partir de este momento se dedica a labores de conservacionismo creando fundaciones en diversos países hasta su muerte en 1995. En la actualidad, la Wildlife Conservation Trust mantiene vivo su legado y su recuerdo.

Gerald Durrell

La primera parte de esta trilogía, “Mi familia y otros animales”, tiene un original estilo narrativo y combina varios géneros como el retrato de gentes y lugares, la autobiografía y el relato humorístico. Los personajes que aparecen en sus páginas son retratados con inteligencia y ternura, desde su hermano Larry –futuro escritor-, hasta mamá Durrell y su sentido común, pasando por Spiro, el corfuano angloparlante cuya forma de expresarse arroja párrafos deliciosos e hilarantes:

“-Esos canallás se creen que es suyas la islas- dijo Spiro.
Una vez tomado el mando, Spiro se nos pegó como una lapa. De taxista había pasado en pocas horas a ser nuestro defensor, y a la semana era ya nuestro guía, filósofo y amigo personal. Convertido en un miembro más de la familia, apenas había cosa que hiciéramos o proyectáramos en la que él no estuviera metido de algún modo. Siempre estaba presente con sus gruñidos y su voz de toro, arreglando nuestras dificultades, diciendo cuánto se debía pagar por cada cosa, vigilando nuestras actividades e informando a Mamá de todo lo que según él debía saber. Este angelote moreno y feo nos cuidaba con tanta ternura como si fuéramos niños ligeramente retrasadillos. A Mamá la adoraba francamente, y dondequiera que estuviésemos se dedicaba a pregonar sus alabanzas, con gran bochorno por su parte.”

Isla griega de Corfú

En el segundo libro, “Bichos y demás parientes”, el autor prosigue la narración de su infancia en la isla, con el campo y el mar como única escuela, y la contemplación de los animales y de la naturaleza en estado puro:

“Cada mañana, al despertar, me encontraba el dormitorio atigrado por el sol que se colaba por los postigos. Como siempre, los perros habían conseguido subirse a la cama sin que yo me diera cuenta, y, ocupando más espacio del que en justicia les correspondía, dormían con sueño justo y apacible. Ulises, posado junto a la ventana, contemplaba fijamente las barras de luz dorada, reducidos sus ojos a una ranura de malévola reprobación. Afuera se oía el ronco y sarcástico canto de un gallo y el blanco murmurar de las gallinas que comían bajo los naranjos y los limoneros, el campanilleo lejano de esquilas de cabras, el agudo piar de gorriones en los aleros, y el súbito estallido de gritos sibilantes e implorantes que indicaba que al nido de golondrinas de debajo de mi ventana había llegado uno de los padres con un cargamento de comida para la prole… luego paseaba la mirada sobre las plateadas copas de los olivos, hasta la playa y el mar azul que se extendía a ochocientos metros de la casa.”

Una de las villas de la familia Durrell en Corfú

La trilogía se cierra con “El jardín de los dioses”, obra en la que continúa la descripción de los paisajes y las gentes de Corfú, así como de la fauna del territorio y de innumerables anécdotas con estrafalarios personajes que siguen fascinando al lector como en el primer libro:

“-Ah…, sí…, eh…, tenemos mucho gusto en conocerle, Alteza –empezó a decir Mamá.
Jeejeebuoy soltó una exclamación y se dio un cachete en la frente.
-¡Peste y condenación, otra vez mi estúpido nombre! Mi querida señora Durrell, ¿cómo me lo podrá usted perdonar? Príncipe es mi nombre de pila. Fue un capricho de mi madre por dar un toque de realeza a mi humilde familia, ¿comprende usted? Amor de madre ¿verdad? El hijo soñado que aspirará a áureas cimas, ¿eh? No, no, pobre mujer, debemos disculparla, ¿verdad? Príncipe Jeejeebuoy, a secas, a sus pies.”

Gerald Durrell de niño

En definitiva, una obra muy recomendable para los amantes de las grandes historias, bien escritas y divertidas, ideal para leer tumbados a la sombra de un buen árbol.

Trilogía de Corfú


Pilar López Ávila